2 de junio de 2014

Convocatoria de nuestro Padre Obispo


CARTA DE CONVOCATORIA
DE NUESTRO PADRE OBISPO CARLOS J. TISSERA
PARA LA SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS 2014


«Tenemos que recordar siempre
que somos peregrinos, y peregrinamos juntos»
(Papa Francisco)

Hermanos y hermanas:

Mientras nos acercamos a la fiesta de Pentecostés, en la que celebramos la obra del Espíritu que resucitó a Jesucristo e impulsa continuamente a la Iglesia reuniendo su diversidad en la proclamación de una misma fe (Hechos 2, 9-11), les escribo para invitarlos a unirse de corazón y a participar activamente en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

1. Oración por la unidad en nuestra Diócesis

Como cada año, en Argentina celebraremos esta Semana desde el domingo de Pentecostés hasta el domingo de la Santísima Trinidad.

Para animar y facilitar la participación de todas las comunidades en esta Semana de Oración, la Comisión diocesana de ecumenismo ha preparado un subsidio con sugerencias que puedan emplearse cada día, o al menos en alguna ocasión durante esta semana, en el camino habitual de la vida comunitaria. Además de las copias impresas disponibles, podrán encontrarlo también en página de la Comisión en Internet (http://unidadquilmes.blogspot.com.ar/).

Y, sobre todo, espero que podamos encontrarnos en la celebración ecuménica que tendrá lugar el viernes 13 de junio, a las 19 h., en el templo de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (25 de mayo N.º 24, Quilmes). En el mismo sitio de internet, podrán encontrar más información. Ojalá cada comunidad pueda estar presente, aunque sea por medio de algunos de sus miembros.

La oración por la unidad y, más ampliamente, la tarea ecuménica son un signo de la identidad de nuestra Iglesia Diocesana, un don del Espíritu entre nosotros. Los invito, entonces, a participar de corazón en estas iniciativas.

2. Peregrinamos juntos

Nunca estará de más recordar la importancia de esta tarea. La preocupación ecuménica es inseparable de nuestra vocación de bautizadas y bautizados. Unidos ya por un mismo bautismo, ¿podríamos persistir en las divisiones que, a los ojos del mundo, parecerían decir que Cristo está dividido (cf. 1Corintios 1, 13)?

Por eso mismo, se trata de un compromiso irrenunciable para la vida y el ministerio de las iglesias, no una actividad adicional o un agregado circunstancial. Es de este modo que las comunidades cristianas del mundo entero responden, se unen y se dejan incluir en la oración de Jesús en vísperas de su Pascua: «Padre, que todos sean uno para que el mundo crea» (Juan 17, 21).

Por pequeño que pudiera parecer nuestro aporte, podemos tener la certeza de que es valioso y aún imprescindible en este camino: es nuestro consentimiento humilde y confiado a la obra del Espíritu, creador de comunión, y parte de nuestro testimonio y servicio en el mundo para que la Iglesia llegue a ser efectivamente y en plenitud «signo e instrumento de unidad» (cf. Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 1).

Nos lo recordaba el Papa Francisco en su carta sobre la alegría del evangelio:
«La credibilidad del anuncio cristiano sería mucho mayor si los cristianos superaran sus divisiones (...). Tenemos que recordar siempre que somos peregrinos, y peregrinamos juntos. Para eso, hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, y mirar ante todo lo que buscamos: la paz en el rostro del único Dios. (...) Bajo esta luz, el ecumenismo es un aporte a la unidad de la familia humana» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 244-245).
3. La unidad de la Iglesia para la vida del mundo

Cuando les escribo estas líneas, las imágenes de la reciente peregrinación del Papa Francisco a Tierra Santa recorren el mundo: los encuentros con líderes de distintas religiones, la llamada al diálogo y a la paz, ese abrazo emocionado con dos responsables de la comunidad judía e islámica tras la oración ante el Muro de los Lamentos y, sobre todo, el abrazo fraterno con el Patriarca Bartolomé de Constantinopla, primado de las Iglesias Ortodoxas.

Ambos, el Papa y el Patriarca, el obispo de Roma y el de Constantinopla, emprendieron esta peregrinación para encontrarse en Jerusalén, como hace cincuenta años se encontraron el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras sellando, con el gesto histórico de su abrazo, el compromiso común por la unidad y removiendo la mutua excomunión del año 1054. Ellos mismos reafirmaban con sus palabras el significado de este «peregrinar juntos»:
«Nuestro encuentro fraterno de hoy es un nuevo y necesario paso en el camino hacia aquella unidad a la que sólo el Espíritu Santo puede conducirnos, la de la comunión dentro de la legítima diversidad» (Declaración conjunta del Patriarca Bartolomé y el Papa Francisco, 25 de mayo de 2014, 2).
Y agregaban:
«Mientras nos encontramos aún en camino hacia la plena comunión, tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo colaborando en nuestro servicio a la humanidad (...). Mediante nuestro testimonio común de la Buena Nueva del Evangelio, podemos ayudar a los hombres de nuestro tiempo a redescubrir el camino que lleva a la verdad, a la justicia y a la paz» (íd., 5, 9).
También nosotros redescubramos la alegría y el impulso evangélico de este «ser peregrinos y peregrinar juntos».

Permítanme decirlo con palabras del Papa Francisco durante la celebración ecuménica, junto al Patriarca Bartolomé, en aquella iglesia que es en sí misma todo un testimonio de la fe en la resurrección, la Iglesia del Santo Sepulcro:
«No podemos negar las divisiones que todavía hay entre nosotros, discípulos de Jesús (...). Pero las divergencias no deben intimidarnos ni paralizar nuestro camino. Debemos pensar que, igual que fue movida la piedra del sepulcro, así pueden ser removidos todos los obstáculos que impiden aún la plena comunión entre nosotros. Será una gracia de resurrección, que ya hoy podemos pregustar. Siempre que nos pedimos perdón los unos a los otros por los pecados cometidos en relación con otros cristianos y tenemos el valor de conceder y de recibir este perdón, experimentamos la resurrección. Siempre que, superados los antiguos prejuicios, nos atrevemos a promover nuevas relaciones fraternas, confesamos que Cristo ha resucitado verdaderamente. Siempre que pensamos el futuro de la Iglesia a partir de su vocación a la unidad, brilla la luz de la mañana de Pascua» (Discurso del Santo Padre Francisco, 25 de mayo de 2014).
*   *   *

Hermanas y hermanos:

Con esta convicción honda de la fuerza de la resurrección, la fuerza que el Espíritu imprime a nuestro caminar en la historia, y con la seguridad de que la Virgen María, Madre del Salvador y del Pueblo de Dios, nos acompaña, también nosotros peregrinemos juntos.

Con mi bendición.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes